jueves, 19 de mayo de 2011

Chuky Cultural - Juan Xiet


"...Juan debe tener entre 20 y 25 años, más no y menos tampoco, pero la observación de la vida de un joven de la Capital, su forma de atravesar la realidad a veces tan cotidiana como la de un repartidor de pizzas, me hace entender que la poesía está en todos lados, depende de quién y cómo se la viva………….Juan Xiet en su viaje de vuelta:
La máquina tragamonedas no escatima en gastos de ironía: Indique su destino al chofer. ¿Mi destino? Que destino puedo tener si lo que resta del día es ir a descansar para olvidar. -$1.25, por favor. Hombres y mujeres durmiendo. Vuelven de sus trabajos. Vuelven de búsquedas irresueltas. Duermen para no pensar. Duermen porque están cansados de pensar.”
Sencillamente bello Juan Xiet, gana la fascinación atenta y montones de aplausos que quieren abrazarlo, porque su decir poético nos escribe…nos traduce, nos libera..."

Mi nariz,
un templo en medio de las montañas faciales.
Mi nariz iluminada por dentro con velas de cera de cabra, estoy pálido y flaco,
me siento esqueleto de prueba forense, tengo ojeras negruzcas de sueño hambre fatiga y mareos,
debajo de mis ojos movedizos.
Si hay algo que me gusta de mí son mis ojos,
pero mi nariz templo de cera sigue ahí, respirándome.
Mi nariz acumuló muchos comentarios a lo largo de nuestras vidas. Alguien que amé mucho me dijo: “Sin esa nariz no serías nada”.

Mis primas me pegaban una cinta scotch desde la punta hasta la frente para mantenerla erguida.
“Se te va a caer hasta el piso”, me decían.
En los campamentos de la primaria me decían “Pipa”,
pensaba que era por el Pipa Higuaín, un veterano jugador de River, pero no, era porque se parecía a una pipa real, toda estirada y terminada en bola.

Cuando comencé a tener noción de su magnitud, me obsesioné:
la miraba de costado cuando pasaba frente a algún ventanal,
pasaba largos ratos frente al espejo-cruel-verdad, y la inspeccionaba detalladamente, sus puntos negros que apretaba y
veía viboritas salir frenéticamente hacia el oxígeno, sus curvas.
Ustedes jamás podrán tener mi perspectiva, pero si cierro el ojo izquierdo tiene una forma y si cierro el derecho tiene otra, desde acá arriba se ve extraño, imagino que lo normal sería poder cerrar un ojo y ver la escena del otro lado, pero no, no puedo,
el Muro de Berlín olfativo ahí está,
amurado, atornillado, sobre mis labios de ratita.

Al poco tiempo era un experto en camuflarla, pensaba que usando gorros o boinas no se notaba tanto. Hablaba a las chicas en los boliches mirándolas de frente, fijamente, el águila nocturna con su pico oculto, no podían verme de perfil, en la calle lo mismo.
Leves movimientos craneales para disimular la protuberancia heredada de mi abuelo, aunque a él le quedaba bien porque media dos metros y era robusto como un verdadero hombre.

Una vez, en la espera del dentista,
el hijo y su madre:
—Mami, ese chico tiene la nariz demasiado grande, ¿qué le pasa?
—¡Shhhhhhhh!, basta, Nahuel.
—Pero maaa, ¿está enfermo? ¿Se le agrandó?
—¡Basta te digo!
—Déjelo, señora, mi nariz no tiene ego, no le molesta.
Pero de hecho sí, tiene ego. Le gusta pasearse pegada a mi cara con toda su humanidad, sus fosas nasales torcidas, con algunos pelitos en su interior, la metáfora de una pequeña foca humana, y como no podía hacer nada, me uní a ella
la ACEPTÉ el sol y los planetas
volvían a tener sentido.

Juan Xiet - Ataque de pánico -
Lo universal nace de lo particular reducido a cenizas: la fórmula de este libro. Relatos de familia, infancia, vergüenza, morbo, sexo, intimidad, consumo de drogas y estados psicosomáticos, narrados sin el más mínimo escrúpulo, aniquilan la importancia personal al mostrarla en su más cruda expresión. Donde la primera persona juega entre lo cómico y lo trágico, Juan Xiet dibuja una antimoral del tiempo y la Evolución.
Editorial Nulu Bonsai. Buenos Aires 2008


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